28 de Marzo de 2017
La niña del corazón en la mejilla: una historia real con mucho corazón
Si vas a tener un bebé que nunca conocerá a sus abuelos, te invito a leer esta preciosa historia real
La niña del corazón en la mejilla es una entrada dedicada a ti, que tienes hijos que nunca llegaron a conocer a alguno de sus abuelos. Es una historia recogida en mi libro, Conexiones de amor, una pequeña parte del capítulo quince, que llevo mucho tiempo queriendo traer al blog por lo inspiradora que puede resultar para muchas familias. Incluso para quienes han perdido a sus hijos o a otros seres queridos, espero que al leer esto, sientan el deseo de pedirles corazones y la vida se los ponga delante...
Cuando los abuelos se van antes de conocer a sus nietos, sobre todo en los momentos más especiales, por nuestra cabeza pasa un pensamiento: la pena de que nunca llegarán a disfrutar juntos ni a conocerse siquiera. A veces se van cuando el bebé es muy pequeño y tienen muy poco tiempo para compartir. Otras, ni siquiera llegan a coincidir en esta vida.
Si es tu caso y perdiste a tu madre o a tu padre tan pronto que tus hijos nunca llegaron a conocerle, te invito a leer esta entrada que como siempre, escribo con todo el cariño. Pero lo que cuento aquí es aplicable también a cualquier ser querido que nos haya dejado, sea un abuelo, un hijo u otro familiar o amigo.
La niña del corazón en la mejilla es la historia real del comienzo de la vida de mi hija en este mundo.
Cuando mi niño tenía sólo unos meses, uno de sus abuelos murió. Era un hombre que siempre quiso tener nietos y que, viendo que pasaban los años, por un tiempo pensó que ninguno de sus hijos estaba por la labor. Así que cuando nació el pequeño, no pasaba día en que no compartiera al menos un rato con él. Le desbordaba la sonrisa cuando lo miraba.
Pero el abuelo nunca llegó a conocer la noticia del embarazo de mi hija.
Yo intuía que en el mundo del alma, todo está más cercano que aquí, así que un día, tuve la loca idea de hacer una pregunta a mi hija, aunque aún estuviera dentro de mí y la respuesta no pudiera llegar en forma audible. Simplemente, tendría que estar muy atenta...
Quería saber si de algún modo, ambos ya se conocían, pero sobre todo, mi intención era saber si el abuelo estaría presente entre nosotros el día del nacimiento de la niña; un día muy feliz, que todos íbamos a disfrutar. Él era el único que iba a faltar, pero yo no perdía la esperanza de tenerle allí aunque fuera, digamos... de otra manera.
Por la noche, nada más meterme en la cama, le pedí a mi hija que por favor, al nacer me diera una señal clara de que su abuelo estaría con nosotros. Y lo cierto es que debería haber estado muy alerta cuando me puse de parto, porque recibir esa señal tenía que ser algo increíble. Pero ya hacía varios meses de esta inusual conversación y me olvidé por completo.
Cuando tuve en brazos a mi niña, sólo me preocupé de abrazarla y mirarla como si fuera un milagro. Y vi algo en lo que en realidad no reparé, porque flotaba feliz en mi nube de hormonas viviendo intensamente el "aquí y ahora"...
Ya en casa, con todo el lío de cuidar también del niño y de recibir visitas de la familia y demás, fueron pasando los días. Ni siquiera recordaba lo que pedí a mi hija aquella lejana noche y parecía que ya no iba a recordarlo nunca, porque el día del nacimiento iba quedando cada vez más lejano.
Hasta que mi marido se puso a descargar todas las fotos que hizo en el hospital y las de los primeros días en casa. Estábamos los dos mirando la pantalla con cara de padres primerizos (a pesar de no serlo ya), cuando nos dimos cuenta de que las pequeñas rojeces típicas de la cara de los recién nacidos, en nuestra hija tenían algo de especial.
La mayoría de las manchas eran minúsculas, muy suaves, casi inapreciables a poca distancia. Menos una, que destacaba del resto. Aquella era grande, mucho más sonrosada y situada en pleno centro de su mejilla. Llamó de inmediato nuestra tención porque tenía una perfecta forma de corazón. De repente caí en la cuenta de lo que había pedido a mi hija aquella noche y la alegría me desbordó.
No sólo había nacido con un corazón "impreso" en su diminuta mejilla, sino que en sus primeras fotos, la niña tenía su mano bajo la cara, con un sólo dedo extendido y apuntando perfectamente hacia él, como en un intento de que aquel detalle no nos pasara desapercibido. Me pareció asombroso...
Ya tenía la respuesta que había pedido: el día en que nació mi hija, en aquella pequeña habitación de hospital, en realidad estábamos más de los que éramos. Es difícil describir la sensación que se te queda en el cuerpo cuando tienes la impresión de que lo sucedido es una prueba de que realmente somos energía. Y como tal, sólo podemos transformarnos, nunca desaparecer.
De esto hace ya casi diez largos años, pero cada día que pasa estoy más agradecida por mis hijos y por todo lo que ambos me han enseñado. No es fácil ser madre o padre y todos nos equivocamos muchas veces. Yo la primera. Pero estas increíbles experiencias nos recuerdan que debemos hacerlo lo mejor posible, porque de verdad los niños son un milagro que se nos confía desde el otro lado.
Cada vez me cruzo con más personas que reciben esas señales u otras parecidas; que buscan corazones o encuentran cartas u otros objetos por las calles y que además, estas cosas les suceden contínuamente. Y creo que es bueno contarlo, porque sería una lástima ignorar algo que nos serena por dentro y sólo nos aporta bienestar.
Aquí mismo en este blog, puedes encontrar en la entrevista que hice a Noelia Sánchez hace un tiempo, otra bonita historia, también con un corazón como protagonista.
Puede que tengas algo que pedir o preguntar al abuelo, al padre o al hijo que perdiste. O si estás embarazada y tienes alguna pregunta que lanzar a tu bebé o al propio Universo, hazlo (en serio, es gratis, no todo lo bueno cuesta dinero).
Nunca sabes de dónde ni cómo puede llegar la respuesta.
Lo que yo tengo muy claro, es, que llega.
La historia de la niña del corazón en la mejilla y otras aún más sorprendentes son las que cuento en Conexiones de amor, que por el momento, está disponible en mi web (quizá se avecinen cambios...).