15 de Octubre de 2018
Para ti que tienes la suerte de no haber perdido a tu bebé. Confesiones...
15 de octubre, Día Mundial de la Muerte Gestacional y Perinatal
Hoy no escribo para la madre o el padre que perdió a su bebé, aunque sea el Día Internacional de la Muerte Gestacional y Perinatal. Precisamente por ser el día que es, escribo para mi "yo" del pasado y para quienes viven en la misma ignorancia que yo entonces.
Confieso que cuando la joven Mónica caminaba por los parques o cerca de los patios de los colegios, solo apreciaba la parte ruidosa de los niños. Aún no conseguía vislumbrar una imagen más acorde a lo que son, a lo que serían en su vida. Ni siquiera imaginaba que tendría algún día en su casa dos de aquellas criaturas. Aún menos, que pudieran descubrirle todo un mundo al que hasta entonces no se había asomado.
Muchos años después, la vida me descubrió que cada niño es un auténtico milagro, una nueva oportunidad de mejorar el mundo que hemos ido arruinando quienes llegamos antes... Cada vida es un nuevo comienzo, una nueva posibilidad de ser mejores. Pero no siempre sabemos entenderlo.
Cuando pensaba en el nacimiento de un bebé, lo único que veía era la parte sangrienta y dolorosa. No entendía cómo el acto que da lugar al nacimiento de un nuevo ser, que se suponía un momento feliz, debía estar ligado al sufrimiento. Ni por asomo imaginaba que algún día abandonaría el hospital pensando en repetir maternidad; menos aún, que la primera vez saldría con los brazos vacíos y el corazón encogido.
Cuando alguien me contaba que cierta mujer había perdido el embarazo, no era capaz de ponerme en su lugar y sentir la devastación en su cuerpo y el dolor de su alma.
Este texto es para ti, que como yo hace años cuando escuchaba decir de alguien "su bebé murió durante el embarazo", lo sentía mucho, pero daba por hecho que en solo unas semanas todo habría quedado atrás para esa persona y su vida volvería a ser del mismo color que antes.
Esta entrada te la dedico porque, como yo hace años, al escuchar la frase "A Marta se le murió el bebé nada más nacer", imaginaba lo apenada que estaría esa mujer, aunque pensaba que el fallecimiento de un hijo recién nacido no podía dolerle como el de otra persona querida, porque ni siquiera tuvieron tiempo de conocerse. Pero Marta es madre, sin hijo y con el alma partida, pero MADRE. Por eso no ha vuelto a ser la misma persona que fue.
Escribo estas líneas para ti porque crees que el padre de esa criatura que ahora vuela hacia el cielo sufre menos que la madre. No. Sufre distinto. No siente la pérdida en su cuerpo pero si en su alma, a la que estaba igual de ligado que la madre. Y te aseguro que también llora, porque además se espera que sea el fuerte de la casa, quien cuide a su destrozada pareja. Llora, y mucho, solo que tú no lo ves.
Te regalo estas palabras a ti que tienes familiares o amigos que llegaron a casa con los brazos vacíos y no supiste arropar sus almas rotas. Tu ignorancia te llevó a desaparecer para no hacer más daño, sin ser del todo consciente de que ibas en dirección contraria por la senda de sus vidas. No solo perdieron a su bebé, te perdieron también a ti.
Para ti, que no comprendiste que tu amiga luchaba en silencio por encontrar el sentido a esa lactancia perdida, y ahora, inoportuna. Esa de la que cada gota de oro líquido le recordaba al ser que nunca sería alimentado por ella.
Te escribo, porque no sabes qué decir al hermano mayor de ese bebé del cielo y a la pequeña de la casa, que acaba de perder el título de "mediana".
Me dirijo también a ti, por ser directivo o personal de alguno de los muchos hospitales de todo el mundo, que todavía alojan a los descompuestos padres que pierden un hijo junto a las habitaciones llenas de emoción, llantos de vida, ramos de flores y felicitaciones continuas.
Y te dedico estos párrafos también a ti que no sabes en qué piensa ese padre destrozado o esa madre huérfana cuando parecen ausentes. Si pones atención, verás que en muchas ocasiones su mirada se pierde entre las nubes. Imaginan que su bebé está en otro lugar. No comprenden que la madre que camina cerca de ellos se queje al cargar con su pequeño en brazos. A ellos les encantaría poder acostarse por las noches como esa desconocida mujer, tan cansada como repleta de felicidad.
Pero Marta es madre,
sin hijo y con el alma partida,
pero MADRE
De verdad que no. Igual que tú, yo antes no comprendía nada de esto. Resulta que tampoco me lo explicaron. Hace veinte años ni siquiera tenía internet para poder leer toda la información que ahora suben muchas valientes madres a las redes. No había manera de unir tantas almas desoladas. Pero ahora existe una legión de mujeres dispuestas a ayudar a otras contando sus experiencias. Si habláramos más de ello no aislaríamos a quienes viven el duelo gestacional y perinatal como si fuesen un estorbo para las felices vidas de quienes, como yo en otra época, ignoran muchas cosas. Por eso te escribo a ti.
Nada como vivir una experiencia para entenderla en toda su dimensión. Porque al experimentar es cuando se entiende, se respeta y se aprende. Sin embargo, no siempre es preciso experimentar para aprender sobre algo importante. Jamás desearía que tu hijo falleciera para entender lo que es y poder comprender a tantos padres huérfanos. Conociendo la realidad de estas familias a través de blogs, entrevistas, libros, etc., también aprendemos.
Hace ya casi seis años que decidí publicar mi historia en el libro Conexiones de amor. Y cada vez que leo a otras madres que en los últimos años hablan sobre su pérdida, siento que hice lo correcto. Poco a poco se va descubriendo el trauma que ocasiona ver morir al hijo que ibas a ver nacer, gracias a otras mujeres valientes como Carmen Osorio (del blog No soy una Drama Mamá) o la artista Paula Bonet entre otras muchas. Podrían haberse callado. Podrían haber escondido su dolor para no empañar sus bonitas redes sociales con un tema que podría espantar a sus legiones de seguidores. Pero no lo hicieron. Hablaron, y mucho. Y gracias a eso, fueron muchas las seguidoras de ambas que destaparon sus casos, dejando comentarios en las redes que dan fe del dolor callado durante años y años. Pero ya es hora de darle vuelo...
En esta tercera edición de mi libro decidí introducir en la historia muy pocos cambios dignos de menciónen en el interior, salvo un testimonio real y algo que añadí en modo "impacto al lector". Necesitaba trasladar la situación de un duelo tabú, a un duelo aceptado por la sociedad, para mostrar lo insensibles que resultan muchos comentarios de la gente ante algo que ocurre todos los días, aunque no nos enteremos.
Pero ¿por qué hay una diferenciación en la manera de tratar los duelos? ¿Es porque no hay un funeral en los casos de muerte gestacional? ¿Quizá porque el Registro Civil no quiere hacer constar el nombre del bebé fallecido en el libro de familia? Cuando se trata de muerte neonatal, hay un funeral, pero salvo la familia más directa, nadie tuvo relación con ese pequeño... Ni nuestras costumbres ni el Estado se hacen cargo. ¿Cómo lo va a aceptar la gente? Yo tampoco lo aceptaba. No creía que esas muertes fuesen tan importantes, que hubiera tanto sufrimiento detrás. Al menos, nada que otro "nuevo hijo" no "arreglase". Porque yo también fui una ignorante. Como tú, como tu vecino, como el panadero de la esquina... como mucha gente. A quienes vivían ese drama no se les permitía mostrar sus sentimientos, y simplemente, dejaban de contarlo. Así se creó ese denso velo, ese tabú...
Muertes de primera y segunda clase
Cuando recordamos a nuestro abuelo y las cosas que hacíamos juntos, nadie mira hacia otro lado. Está aceptado. Incluso hacen preguntas... ¿Por qué sobre un bebé muerto antes de nacer o a los pocos días, no? Incluso a veces es la propia familia (más doloroso aún) quien dice "no te recrees en el dolor, no te ancles en él", sin darse cuenta de que no se trata de eso.
Nadie espera que su hijo nazca sin vida. Nadie quiere caer en un pozo sin fondo. Pero se necesita hablar, vivir el duelo, ir quitando poco a poco la soga que aprieta el corazón para coger la fuerza necesaria para lanzarla al exterior del pozo, anclarla allí e ir subiendo con calma, conscientes de que el paisaje que encontraremos en el exterior habrá cambiado de color para siempre.
Ahora que salí de esa maldita ignorancia, tengo que decirte:
NO, no me dedico a remover un tema pasado que viví
El simple gesto de hablarlo ayuda a muchas personas. Quizá algún día te ayude a tí o a alguien que conoces. Te aseguro que cuando recibo un email de alguien cuyo bebé murió, contándome que tras leerme siente gratitud a pesar del dolor, me confirma que escribir y hablar de ello es bueno, es sanador... que hice bien en compartir mi experiencia.
Si algo que has vivido puede ayudar a otros, no te calles. Darlo a conocer puede ser un gran paso para todos hacia lo que nos hace llamarnos humanos. No puedo enseñar a un amigo a pintar si no coge sus pinceles y comienza a manchar el lienzo; necesita experimentar por sí mismo. Pero puedo conseguir que aprenda a respetar el dolor de otras personas sin necesidad de que él lo viva, con el sencillo gesto de darle visibilidad.
NO, no soy de esas personas que se aferran al dolor
Lo tengo superado y por eso lo visibilizo hablando de ello, tanto aquí en el blog como en mi libro, para quienes todavía son insensibles a él como lo era yo hace tiempo. Dicen los entendidos, que el humano se siente realmente bien cuando hace algo bueno por los demás y no con acciones más superficiales.
NO, no quiero amargarte el día con cosas tristes
Solo pongo de mi parte para que la que la sociedad en general entienda que somos personas, no piedras. Que tenemos el mismo derecho a estar tristes que a sentir alegría. Que es tan sano llorar como bailar. Que todo forma parte de nuestras vidas y enterrarlo no funciona. Somos seres tan emocionales como espirituales: tenemos alma, aunque algunos no se la hayan visto nunca y a ella también debemos cuidarla.
NO, no eres culpable de tu ignorancia
Solo eres el resultado de lo que la sociedad te enseñó. Y también de lo que no. Falta empatía, respeto, amor al otro... Tú no podías saber lo que se siente cuando muere un bebé. Lo natural es que nuestras madres y padres mueran antes que nosotros. Que fallezca primero un hijo, no lo contemplamos y por tanto, no lo aceptamos, así que enterramos el dolor junto a él cuando nos sucede a nosotros y lo ignoramos cuando les ocurre a otros. Y tengo que decirte que no, que en realidad, ni siquiera eres un ignorante, simplemente, nadie te enseñó a ser/actuar de otra forma.
Ahora decido ayudar de la única forma en que puedo hacerlo
Son muchas las mujeres/familias que pasan por esto, muchas de tu propio entorno, pero no llegas a saberlo porque no te lo cuentan. Yo tampoco lo conté...
Que muera tu bebé durante el embarazo no es sólo perder una ilusión, es perder una vida, una persona que ya forma parte de tu día a día, aunque a tu alrededor haya ojos que no lo vean así. Que muera después de nacer, cuando ya lo has abrazado, es sentir el resto de tu vida la impotencia de no poder repetir ese abrazo.
Y tanto si llegó a término como si no, no podemos olvidar que hay muchas formas de perder una vida. No siempre ocurre estando en tu casa, con quienes te quieren. No siempre sucede teniendo acceso a un hospital. No siempre encuentras respeto y consuelo alrededor. A veces sucede en las peores circunstancias, en el peor momento, en la peor compañía o en el peor lugar del mundo para vivir un acontecimiento tan doloroso. Eso lo hace doblemente insufrible.
Hace unos meses, en conversación con una lectora frente a un café, me di cuenta de que no había reparado en esto. Esta chica me contó cómo murió su bebé a los cinco meses de gestación. Cuando empezaron los sangrados, estaba fuera de casa, lejos de su gente, en otro país, únicamente con la compañía de su pareja y sin posibilidad de volver inmediatamente a España.
Como ves, ignoro siempre la palabra feto o cualquier otra que descarte la idea de que los bebés durante el embarazo no son nuestros hijos, sino un producto en formación. Porque quizá son esas mismas palabras y creencias las que han contribuido tanto y tan bien a crear este tabú, a ignorar el dolor por la muerte de un bebé. Pero gracias a muchas mujeres la realidad empieza a emerger...
Por todo esto, hoy escribo para ti.
Para todos los padres huérfanos
No puedo terminar esta entrada sin decir que dedico esta especial ilustración a quienes perdieron a sus bebés. Su título es Bebé en el cielo. Te cuento a continuación cómo surgió...
Una tarde del pasado verano, sentada en la terraza de la piscina, ante un café con hielo y con una idea en la cabeza, desplegué en la mesa toda mi artillería artística. Quería probar a mojar el papel de acuarela y dar color con los pinceles solo a algunas zonas. Dejaría que el pigmento se expandiera creando formas a su antojo y una vez seco, realizaría a línea algún dibujo: lo que las manchas quisieran sugerirme. Una vez terminado, tan solo imaginaba flores al mirar aquellas manchas de colores y comencé a crear líneas.
La zona central quedó tan blanca que se me ocurrió dibujar un bebé allí en medio, arropado por la vida vegetal. Pero no tenía mucho sentido dejarlo así, perdido en mitad del papel, como en el aire... Y le regalé unas alas. Imaginé que era un bebé del cielo flotando entre nubes repletas de una preciosa y exuberante vegetación. Una especie de reino celestial para pequeños valientes, que decidieron emprender un arduo viaje al interior de sus madres a sabiendas de que nunca les recibirían sus cálidos brazos.
Ese reino de nubes y plantas que comenzó como una hoja mojada en agua tuvo que ser una inspiración... Quizá mi bebé del cielo aún se cuela en mi vida para contarme que existe un reino donde los pequeños valientes son felices.
Texto by Lluvia de Love
(Bajo Licencia Creative Commons: Atribución, NoComercial, SinDerivadas)
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"El regalo de Sara", un relato sobre duelo gestacional
♥ Gracias por leerme ♥